En días pasados, la noticia de fusionar al Instituto Nacional de Lenguas Indígenas con el Instituto Nacional de Pueblos indígenas sacudió por completo a varias organizaciones de la sociedad civil que en su labor cotidiana promueven, difunden a través de diversas actividades la vitalidad de las lenguas indígenas, así como a escritores, poetas, estudiosos de las lenguas indígenas.
Inicialmente, me gustaría recalcar algunos datos importantes, tan solo en nuestro país 25 millones de personas se reconocen como indígenas y de ellos siete millones 382 mil son hablantes de una de las 68 lenguas indígenas que se hablan en México.
Recordemos también que, de las 68 lenguas indígenas con las 364 variantes lingüísticas existentes en México, más del 50% están en riesgo de desaparecer. Su desaparición viene asociado principalmente a los niveles de pobreza, exclusión social, racial, conflictos políticos, la falta de reconocimiento legal y aplicación de sus derechos lingüísticos, aspectos de quienes nadie quiere hablar. Sin embargo, en el discurso si se habla de la riqueza de las lenguas, de las melodías de sus cantares ancestrales, de sus colores, de sus cosmovisiones, en resumen, se sigue hablando de lo bonito y folclórico que son nuestras culturas.
Lo anterior, muy atinadamente Walsh (2009) lo denomina interculturalidad neoliberal, folclórica o funcional, un término que se enraíza en el reconocimiento de la diversidad y diferencias culturales con metas a la inclusión de la misma al interior de la estructura social establecida, desde esta perspectiva- que busca promover el diálogo a la convivencia y la tolerancia-, la interculturalidad es “funcional” al sistema existente, no toca las causas de la asimetría y desigualdad sociales y culturales, tampoco “cuestiona las reglas del juego”, por eso “es perfectamente compatible con la lógica del modelo neo-liberal existente” (Tubino, 2005). En ese sentido, parece que las lenguas y culturas indígenas del país, se siguen viendo como museos andantes o como parte del turismo, en el cual no se cuestionan sus problemas estructurales.
Ahora bien, el nacimiento del INALI, no atiende necesariamente a una buena intención de los gobiernos, sino más bien a la presión ejercida por los pueblos indígenas ante una política homogeneizadora que menosprecia a las lenguas indígenas, las extermina y que buscaba sobre todo que se respetaran sus derechos lingüísticos. En ese sentido en su misión el INALI parece ser más una institución de naturaleza multicultural y multilingüe, al caer en esta categoría de multicultural, nos remite nuevamente a la definición de Walsh (2009) respecto a su término de interculturalidad folclórica, es decir, se asimilan las culturas, pero no se cuestionan las asimetrías sociales ni las cambia.
Si bien, con la presencia y establecimiento de esta institución se busca promover, difundir, fortalecer las lenguas indígenas, las acciones que se han emprendido no han tenido el mayor impacto, puesto que la desaparición de las lenguas sigue siendo una constante. Cabe aclarar que el impacto debe verse desde la propia construcción y reconstrucción de las lenguas desde sus entornos comunitarios, desde los medios de comunicación, lugares públicos etc. Lo que también viene asociado al presupuesto destinado. Y es que, quizá no se ha visto el impacto porque las políticas públicas que articula y que se han emprendido siguen siendo políticas pensadas para las comunidades y pueblos indígenas, es decir, se construyen las políticas pensadas en el mejor “desarrollo” de los pueblos, sin embargo, muy pocas ocasiones se toman en cuenta sus aportes, cosmovisiones y su manera de concebir ese desarrollo. Esa pertinencia cultural que se menciona en el discurso político dista mucho de la realidad de las políticas del país y de las instituciones.
Entorno a todo esto, el tema ya no solo es la fusión del INALI con el INPI, sino que no hay una política en materia de los pueblos indígenas, no hay política que se construya con las comunidades y pueblos indígenas, se siguen viendo como parte de esa sociedad homogénea y se sigue dejando de lado la diversidad cultural. El INALI, como institución promotora y difusora de las lenguas debe cambiar su relación con las comunidades indígenas a fin de generar una buena política en conjunto que permita revitalizar y preservar las lengas indígenas, y como bien se ha recalcado, un mundo donde quepan más mundo es posible, pero se tiene que construir, y esa construcción debe ser teniendo como protagonistas a los pueblos y comunidades indígenas.
Finalmente, estas acciones deben ir acompañadas de un presupuesto adecuado, ya que paquete presupuestario aprobado para el 2022, los 3 mil 800 millones de pesos destinados para Pueblos Indígenas y Afromexicanos no son suficientes, la política en vez de ser progresiva, parece ser más regresiva, sin tener de fondo un enfoque intercultural crítico que se construya desde las comunidades indígenas, y es cuando surge la interrogante; y las comunidad y pueblos indígenas ¿cuándo?
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