Hoy por la mañana, el Presidente de la República anunció algunas “medidas” para hacer frente a la crisis económica que se profundizó con la pandemia originada por el COVID-19.
Más allá de que el “plan” pueda ser analizado y cuestionado por los beneficios económicos que se obtengan de él, resulta llamativo que sea nuevamente el servicio público y las personas que trabajamos en él, quienes nos veamos severamente castigados.
Dentro de las medidas anunciadas, se encuentra que los servidores públicos de nivel de subdirector hacia arriba no recibirán su aguinaldo a fin de año. Además, de una nueva reducción salarial que será de hasta 25% en los ya mencionados niveles.
Considerando estas decisiones, primero hay que dejar claro que el gobierno no comunicó el ahorro que se obtendría por estas medidas, es presumible que se estén obteniendo migajas cuando el país requiere de acciones concretas y sólidas financieramente hablando que reviertan la situación económica actual.
Por otra parte, al nuevo castigo que hoy se anunció contra las condiciones laborales del empleo público, se le tiene que sumar el hecho de que desde el inicio de gobierno, hubo despidos masivos de personas que laboran en el servicio público, lo cuales se realizaron sin los estudios organizacionales necesarios; además, se retiraron prestaciones laborales como el seguro de gastos médicos mayores y el de separación individualizada; también, se llevó a cabo una primera reducción salarial, la cual no se sustentó en criterios técnicos; se fijaron restricciones para que las personas que laboran en el servicio público atendiendo ciertas tareas, se les impida trabajar en asuntos relacionados con sus actividades durante los 10 años posteriores a que concluyan su labor en el sector público; igualmente, se promovió la estigmatización del servidor público de manera general, al calificarlo de corrupto e ineficiente.
El deterioro de las condiciones del empleo público en México ha significado un señuelo político que puede resultar, en principio, atractivo para muchas personas que ya sufren y sufrirán los estragos de esta crisis, como lo son la pérdida de empleo, el cierre de empresas, la precariedad de los servicios de salud, la inseguridad y el deterioro del poder adquisitivo. Sin embargo, únicamente servirá como un bálsamo temporal para aminorar la frustración y la desesperanza de quienes padecerán estas lamentables situaciones, ya que el vulnerar las condiciones de las personas que laboran en el servicio público resultarán insuficientes para mejorar las condiciones de vida de millones de mexicanos en situación de vulnerabilidad.
Con profunda tristeza, expreso mi sentir con respecto a que las personas que laboramos en el servicio público hoy, somos rehenes, en buena medida, de que durante las últimas décadas hayamos sido incapaces de formar un cuerpo burocrático sólido, sujeto a un servicio civil de carrera que nos permita levantar la voz en momentos como éste, en el que, de manera ilegal, se pretenden vulnerar aún más nuestras condiciones laborales.
Hoy, la crítica –si es posible llamarla así- es hacia el interior, pues al exterior ya sabemos que existe el riesgo latente de que pueda liderar la administración pública una figura que sin sustento técnico - presupuestal despoje la capacidad de las instituciones públicas, despida personal de manera injustificada, tome decisiones poco acertadas para las futuras generaciones, pero redituables políticamente hablando.
Es importante recordar que los servidores públicos no debemos ser prisioneros del gobierno en turno, ni le pertenecemos a un partido político; mejor dicho, debemos ser actores que ofrecen soluciones a los múltiples problemas que le aquejan a este país y que, en caso de ser necesario, sirvamos como un contrapeso que haga frente a la toma de decisiones anacrónicas que impliquen la captura y desmantelamiento de las instituciones públicas.
Invito a que reflexionemos sobre la administración y el servicio públicos que debemos construir, quizá éste sea uno de los escenarios más complicados en los últimos años para las personas que trabajamos en las tareas de gobierno. Sin embargo, es el momento crucial en lo que los servidores públicos debemos dejar de lado el silencio para ser la voz activa que comande un nuevo rumbo, construyendo un servicio civil de carrera que ofrezca soluciones innovadoras, modernas, cercanas a la sociedad, en beneficio de los millones de mexicanos que desafortunadamente por esta crisis sufrirán las peores consecuencias.
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