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El gobierno que merecemos

  • Foto del escritor: Gonzalo Vera Carmona
    Gonzalo Vera Carmona
  • 26 mar 2020
  • 4 Min. de lectura

Existe un dicho popular en el que se asegura que las personas podemos sacar lo mejor, y lo peor de nosotros en tiempos de crisis, con este marco me gustaría señalar que lo mismo les pasa a los gobiernos y las instituciones públicas. Es así que luego de un año y tres meses del inicio de la administración del gobierno federal se han presentado por lo menos 4 grandes crisis: la generada a raíz de la lucha contra el “huachicol”, la del sector salud, la de seguridad, además de que se agravó la violencia ejercida contra las mujeres, aumentando el número de feminicidios que se cometen diario en el país.


Está claro que estos problemas no tuvieron su raíz en esta administración, sin embargo, las acciones emprendidas por el gobierno no han sido estratégicas, articuladas, ni cercanas a la población, provocando un camino sinuoso que obstaculiza el rumbo a su solución. En este contexto, las estadísticas nos muestran que dichos problemas se han hecho aún más graves.


Desmenuzando crisis por crisis, la “lucha contra el huachicol” propició desabasto de combustible en todo el territorio nacional como nunca antes se había visto, así como un cambio en la forma de transportar el combustible, lo que originó la adquisición poco transparente de pipas por adjudicación directa. Con este panorama, aún se desconocen los resultados de tal “lucha”, más allá de la línea discursiva de ya no haber más huachicol.

Por su parte, las crisis en materia de salud y seguridad merecen mención aparte, la primera fue originada por una austeridad mal entendida, así como la mala operación de la compra consolidada de medicamentos, lo que ha ocasionado su desabasto generalizado así como de los insumos necesarios para la atención de los servicios médicos. Esta crisis, ha significado una lucha de poblaciones vulnerables que buscan preservar lo más importante… la vida. En este camino, una parte de la opinión pública ha justificado el desabasto, señalando que el fenómeno ya se presentaba en administraciones anteriores, sin embargo… me pregunto:


¿no fue el cambio “verdadero” lo que motivó a la autodenominada cuarta transformación? ¿hacer las cosas diferentes a lo que habían hecho gobiernos anteriores? ¿proteger a los más pobres?


Asimismo, de poco ha servido, el buen diagnóstico que pudo tener el Titular del Ejecutivo en el tema de seguridad, ya que las autoridades en la materia se han visto rebasadas, y como consecuencia el año pasado, fue el año más violento en la historia del país. Pese a ello, se ha anunciado la continuidad de la “estrategia”, que, en palabras del Presidente, radica en atacar los problemas de raíz y no hacerlo frontalmente.


Por su parte los días 8 y 9 de marzo serán recordados como los símbolos y el despertar de las mujeres; esos días reflejan la conmoción social de un sector de la población que clama por justicia, por vivir en condiciones dignas, buscando que se replanteen todas y cada una de las construcciones sociales e institucionales que les afectan, y que hasta hoy hemos normalizado en la interacción entre hombres y mujeres. Es importante hacer mención, que además del incremento de los feminicidios, las mujeres han padecido decisiones que han afectado sus condiciones como lo son la desaparición de las estancias infantiles, el desmantelamiento de los refugios para mujeres que padecen de violencia, así como recortes presupuestales de las instituciones dedicadas a atender estos temas. Sin embargo, ese clamor, fue nuevamente denostado por el Ejecutivo, al demeritar e ignorar sus exigencias al conferirles uno de sus ya bien conocidos calificativos de “conservadoras”. El gobierno no logró articular una estrategia clara en la que se involucraran las instituciones encargadas de la educación pública, la procuración de justicia, la gobernabilidad del país, así como aquellas que su razón de ser radica en atender los asuntos relacionados con las condiciones de las mujeres.


Por si las crisis descritas y el raquítico crecimiento económico fueran poco, hoy nos enfrentamos a una nueva, esta vez es una emergencia mundial originada por el COVID-19, lo que ha representado un gran desafío para todos los gobiernos en todo el mundo. Esta crisis sitúa al gobierno mexicano frente a nuevo reto. Las semanas previas de experiencia internacional han dictado que una de las medidas para mitigar la propagación de este virus es que las personas permanezcan en sus hogares, sin embargo, la realidad nacional está lejos de poder sostener ese camino. La precariedad de nuestros servicios de salud, el desabasto de medicamentos, e incluso el número de población que pudiera requerir atención colocaría en un alto riesgo especialmente a los grupos vulnerables.




Diversos análisis han señalado que las condiciones económicas del país, no soportarían un periodo prolongado de suspensión de actividades, dado que más de la mitad de la población se emplea en la economía informal. Considerando estas circunstancias, es necesario y oportuno que replanteemos mecanismos futuros para que México pueda ingresar en la formalidad a millones de trabajadores que hoy viven en esas bajo este esquema, alejados de los beneficios que ofrece la seguridad social y las garantías de un empleo formal. Un gobierno, que dirige sus políticas públicas bajo principios progresistas, debe pensar más allá de la transferencia de recursos a los más desprotegidos, lo ideal sería formular políticas públicas integrales que logren mejorar las condiciones de los millones de mexicanos que hoy las padecen. En lo que va de esta administración, el gobierno de México ha demostrado no estar a la altura de las circunstancias que el país requiere, las crisis que ha tenido que enfrentar han dejado en descubierto la debilidad institucional y la poca capacidad de respuesta.


México, es un país con mucha grandeza, por ello, merece un gobierno dinámico, ágil, cercano, capaz, honesto, eficaz, eficiente y moderno. En estos momentos de reflexión, es oportuno que nos preguntemos ¿qué gobierno merecemos?

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